Ocurrió en un partido de béisbol en Estados Unidos. Un pequeño aficionado de los Oakland Athletics recibió una pelota que fue capturada por uno de los espectadores. Era un regalo para él, pero no quiso quedársela porque consideró que lo más gusto era devolverla al campo.
Sus padres no se lo podían creer y se lo recriminaron. La criatura se enfadó y no quería saber nada de nadie, aunque por suerte la historia tuvo un final feliz.